
“Río de Janeiro en estado de guerra”, se lee en los principales medios brasileños tras la redada antinarcótica lanzada contra el Comando Vermelho, la principal facción criminal. La operación resultó ser la más mortífera en la historia del estado, dejando a la ciudad paralizada, en el marco de acusaciones del gobernador Cláudio Castro contra el gobierno de Lula, por su falta de apoyo. “No vamos a retroceder”, advierte.
Hasta el momento se han confirmado 64 muertes, entre ellas cuatro oficiales, y más de 2.500 hombres han sido desplegados en los complejos de Alemão y Penha, donde viven 280.000 personas en decenas de favelas de Río de Janeiro. Desde allí, los narcotraficantes ostentaban un poder que el gobierno central del Brasil parecía no estar dispuestos a enfrentar.
El gobernador Cláudio Castro, del Partido Liberal de Bolsonaro, acusó a Lula da Silva de “haber abandonado” al estado en su lucha contra los cárteles, luego de que el gobierno federal ignorara tres pedidos de apoyo militar.


Desde las favelas, los narcotraficantes respondieron a la redada del gobierno de Río de Janeiro con drones cargados con granadas, fusiles de asalto capaces de derribar helicópteros y autobuses secuestrados para bloquear las vías de acceso, mientras circulaban mensajes de WhatsApp instando a los residentes a participar en los bloqueos.
Ráfagas de más de 200 disparos por minuto transformaron algunas zonas de Río en un auténtico campo de batalla, mientras que el hombre más buscado, Edgar Alves Andrade, alias Doca da Penha, líder del Comando Vermelho (Comando Rojo), sigue prófugo, a pesar de las veinte órdenes de arresto pendientes en su contra por más de cien asesinatos.
“Esta es una operación de Estado contra narcoterroristas”, declaró Castro, solicitando el apoyo del gobierno federal y denunciando reiteradamente el aislamiento de Río. Por su parte, el gobierno central respondió que, en las próximas horas, enviará a los ministros de la Casa Civil, Rui Costa, y de Justicia y Seguridad, Ricardo Lewandowski, para reunirse con el gobernador, tras una reunión de emergencia en el Palacio de Planalto convocada por el presidente interino Geraldo Alckmin —mientras Lula regresa de Malasia—.
De esta manera, y por fin, el gobierno central reaccionó ante la solicitud de ayuda de Costa. Por ahora, sin embargo, la única certeza es que Río de Janeiro está paralizada, con escuelas y universidades cerradas, vuelos suspendidos en el aeropuerto de Galeão, transporte público caótico y miles de trabajadores obligados a caminar a casa.
Guerrillas y poder desde las favelas


El operativo policial contra narcotraficantes del Comando Vermelho (Comando Rojo) en las favelas de Alemão y Penha transformó Río de Janeiro en un verdadero campo de batalla, marcando uno de los días más violentos de su historia reciente. Sesenta y cuatro personas murieron durante horas de tiroteos, autobuses incendiados usados como barricadas y una guerra de guerrillas en las calles de la ciudad.
Tras sufrir bajas sin precedentes y al menos 81 arrestos, criminales de la organización criminal más poderosa de Río de Janeiro desataron el caos en toda la ciudad, lanzando represalias con bloqueos improvisados desde la zona norte hasta el centro histórico, utilizando principalmente autobuses incendiados para impedir el tráfico.
La guerra de guerrillas la libran miles de miembros del grupo que controlan la mayor parte de las favelas desde la zona norte hasta el centro, y hasta la zona sur turística. En algunas áreas, los criminales ordenaron a los comerciantes bajar las persianas y suspender sus actividades. La preocupación crecía a medida que se acercaba la noche, ya que la oscuridad podría propiciar más actividad delictiva.
Las autoridades municipales elevaron el estado de alerta a nivel 2 debido al caos vehicular y los riesgos para la seguridad de los residentes en tránsito. El alcalde Eduardo Paes declaró que Río “no puede ser ni será rehén de criminales que buscan sembrar el terror en las calles”.
La situación más crítica persiste en la zona del operativo, en el que participaron más de 2.500 agentes. Pero las acciones continúa y se extenderá indefinidamente. Por lo tanto, es probable que el número de muertos aumente.
El operativo ya es el más sangriento en la historia del estado. El gobernador Claudio Castro declaró que el operativo “tiene muy poco que ver con la seguridad pública”, refiriéndose abiertamente a él como una “guerra”. Por esta razón, lamentó la falta de apoyo del Ministerio de Defensa.
El objetivo principal del operativo es la captura de aproximadamente 100 narcotraficantes vinculados al Comando Vermalho, que desde hace tiempo lleva a cabo una preocupante estrategia de expansión hacia las favelas dominadas por grupos rivales y hacia otros estados del país.
Para defender su territorio, los traficantes utilizan todo el poder de fuego a su alcance, incluyendo artefactos explosivos con drones. Según la última actualización, se incautaron 75 fusiles de asalto y dos pistolas.
Por el momento, en Río de Janeiro se encuentra en vilo: todas las clínicas y los centros de salud han suspendido sus actividades y gran parte de las escuelas han cerrado sus puertas. Aproximadamente 280.000 personas viven en la zona afectada por la operación, obligadas a convivir con las consecuencias del conflicto, y con el poder del crimen organizado.
Fuente: @ansa.it