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 Foto: @ansa.it

La confidencialidad es total a partir de la fecha. Ningún integrante del clero, del cuerpo diplomático ni de los trabajadores asalariados del Estado del Vaticano podrá revelar, en estos días ni nunca, lo que vean o escuchen durante el proceso de elección del nuevo Papa. Para ello, realizan hoy un juramento que deberán cumplir hasta el último día de sus vidas, bajo pena de excomunión.

La elección de un nuevo papa está considerado por la Iglesia Católica como un momento cumbre y por ello, todo aquel que resida en esta ciudad-Estado debe prestar juramento de silencio: los guardias suizos, los cardenales, los funcionarios y empleados del cónclave quienes. El inicio de la asamblea electiva del nuevo pontífice está marcado para este miércoles 7 de mayo, por lo que desde hoy comienza el periodo de «observar absoluto secreto con cualquiera que no forme parte del colegio de cardenales electores», «a menos que reciban permiso especial para hacerlo», como señala el juramento.

El juramento tiene lugar en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico y tanto eclesiásticos como laicos, firman el juramento prescrito ante del Evangelio. Durante los días del cónclave, no podrán tener ningún contacto con nadie del exterior, ni siquiera con sus propias familias una extensa lista de funcionarios y miembros de la Iglesia Católica. Esto incluye a médicos, enfermeras, ascensoristas, trabajadores de comedores, limpiadores, y trabajadores del transporte.

También deben permanecer alejados del mundo externo al Vaticano el maestro de las celebraciones litúrgicas papales; los maestros de ceremonias; el eclesiástico elegido por el cardenal que preside el cónclave -es decir, el cardenal Pietro Parolin. Otros que deberán guardar el “claustro” son los religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia, el coronel y el mayor de la Guardia Suiza Pontificia, destinados a custodiar la zona cercana a la Capilla Sixtina; el director de los servicios de seguridad y protección civil del Estado de la Ciudad del Vaticano y algunos de sus colaboradores.

El juramento se realiza de forma privada, lejos de cámaras y periodistas, es un acto solemne que si no se respeta, conlleva la pena más alta en la Iglesia, es decir, la excomunión. “Declaro que presto este juramento consciente de que cualquier violación del mismo comportará para mí la pena de excomunión ‘latae sententiae’ reservada a la Sede Apostólica”, indica el texto.

La promesa exigida es también la de abstenerse “de utilizar cualquier dispositivo de grabación de audio o vídeo”, sobre lo que sucede en la Ciudad del Vaticano, y en particular, lo relacionado con las operaciones conectadas con la elección del sucesor de Francisco.

Después de ser instruidos sobre el significado del acto a firmar, los trabajadores deberán pronunciar y firmar personalmente la fórmula, delante del cardenal Kevin Joseph Farrell, Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, y de dos testigos, protonotarios apostólicos.

Fuente: @ansa.it